· En 2011, seis de cada diez personas a
nivel nacional, identifican la inseguridad como su principal preocupación, y en
algunas entidades como Tamaulipas,
Chihuahua y Nuevo León, llega a más del 70%.
·
En
general, las mujeres se sienten más inseguras que los hombres en cualquiera de
los espacios donde habitan, desde el más cercano como su colonia o localidad
(43%), y su municipio (63%), hasta su entidad (72%).
Las mujeres que residen en el estado
de México, son quienes se sienten más inseguras en su espacio más cercano: más
de la mitad de ellas se siente insegura en su colonia o localidad (58%). La proporción
de mujeres que opinan lo mismo y que residen en Chihuahua o Nuevo León, son 48
y 49 por ciento.
Durante 2010, 34.0% de los hogares del
país llevaron a cabo al menos una acción en su hogar encaminada a protegerse de
la delincuencia y el Gasto Promedio de Bolsillo en Seguridad de los hogares, ascendió
a $6,171.31.
Según las estadísticas de mortalidad
por causas, provenientes de los Certificados de defunción registrados en 2010, las
tasas más altas de muertes por homicidio se observan entre los hombres jóvenes
de 25 a 29 años, que asciende a 86.8 homicidios por cada 100 mil personas.
· Las entidades con las tasas más
elevadas entre los jóvenes de 15 a 29 años, se observan en Chihuahua, Sinaloa,
Durango, Guerrero, Nayarit, Morelos y Tamaulipas.
Algunos estudiosos consideran que la palabra “violencia” aparece a
principios del Siglo XIII como una derivación de la palabra latina “vis” que
significa fuerza o vigor, y caracteriza a un ser humano iracundo y brutal, y particularmente
define una relación de fuerza destinada a someter u obligar a otro[1].
Aun cuando parece que la violencia siempre ha formado parte de la humanidad
y ha estado presente de manera cotidiana y protagónica en la vida colectiva y
de las relaciones interpersonales, a lo largo de la historia se le ha atribuido
un doble valor, en innumerables ocasiones la violencia se justifica y se le
define como “legítima” para validar las
acciones o intervenciones “justas” de los estados o de grupos de interés
político, económico o religioso, mientras que en otras es ilegítima y se
castiga a quienes la ejercen.
Si bien actualmente se reconoce que la violencia atenta contra la
dignidad y los derechos fundamentales de todos los seres humanos, es indudable
que hasta mediados del Siglo XX el mundo ha vivido inmerso en la violencia, tal
como lo describió en 2003 Nelson Mandela en su prólogo al Informe Mundial de sobre
violencia y salud:
“El
siglo XX se recordará como un siglo marcado por la violencia. Nos abruma con su
legado de destrucción masiva, de violencia infligida a una escala nunca antes
posible en la historia de la humanidad…Menos visible, pero aún más difundido,
es el legado del sufrimiento individual y cotidiano: el dolor de los niños
maltratados por quienes deberían protegerlos, de las mujeres heridas o
humilladas por parejas violentas, de los ancianos maltratados por sus cuidadores, de los jóvenes
intimidados por otros jóvenes y de personas de todas las edades que actúan
violentamente contra sí mismas”[2]
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